Cuando tiendo a perder la paciencia sobre ciertos asuntos que escapan de mi control, escribo. Creo que es un desahogo a tanta intensidad contenida, o quizás una forma de dejar constancia que la realidad no siempre es la que fugazmente queremos que sea, pero no por eso deja de ser perfecta así como es.
Conocer e interpretar a la gente desde las posibilidades que te da la virtualidad es un don que tengo desde que la primer computadora llegó a mi casa, hace ya unos 20 años. A medida que crecí, la tecnología se fue superando, las posibilidades de relacionarnos con otros aumentando, y con ellas, las diferentes identidades que creamos. Un apodo en una ventanita nos abría un mundo de nuevas amistades, amores fugaces, cotilleos de conventillo y en lo que a mí respecta, también, oportunidades de negocio.
Y fue esa habilidad para conectar con otros lo que abrió la puerta de este encuentro. Cuando el mundo cambio y el encierro nos sorprendió, salió a flote la creatividad. Las herramientas de trabajo no solo me permitieron crecer y conquistar terrenos nuevos, sino también la oportunidad de descargar la energía de la semana y tener compañía de otres que necesitaban encontrarse.
Así fue como la conocí. La noche había estado perfecta, y como toda perfección necesitaba darme un nuevo misterio.
En el monitor, una ventanita justo en el centro mostraba una luz semitenue -que parecía más fuerte por su presencia-, una sonrisa radiante -que ocultaba noches de insomnio y días acumulados de tristeza- revoleaba palabras picantes mezcladas con una dulzura pocas veces vista por estos ojos que creían conocer todo, llamo mi atención.
Quedé impactado, pero me contuve de manifestarlo. Algo me dijo que era mejor observar, esperar, analizar.
Y en esos segundos dónde nada lo esperas, porque todo lo que ya venía pasando era increíble, escuché de su boca un vaticinio de que a mí vida le podía pasar lo mejor cuando conociera la energía de sus signos.
Automáticamente dude. Un poco porque a lo que llega fácil siempre desconfío, otro poco porque intuí que atrás de esas palabras había una necesidad de atención que no estaba llegando del lugar que verdaderamente se esperaba. Y no me equivoqué.
Deseé que mi intuición me estuviera fallando, pero bien sabemos que mi intuición nunca falla.
Pero, que interesante es la vida cuando te pone misterios, y me aventure a ver qué había en este.
Con el correr de las noches y los encuentros, pude ver que atrás de la sonrisa que ocultaba tristeza, había una de las mentes más interesantes que había conocido en los últimos meses. A veces me hacía el desentendido de las situaciones y afinaba mis sentidos para conocerla. Me daba cuenta de sus estados de ánimo con solo verla, cuando mentía (bastante más frecuente de lo que admitía), cuando su verdad la asfixiaba, de cuando estaba en paz con lo que la rodeaba y cuando necesitaba de otras miradas para reafirmarse en si misma.
Me entregue a ver qué había...
Descubrí una energía de luz tan poderosa como atrevida, que por momentos me asombraba, y en otros me daba bronca que no la viera. Me acerque todo lo que me permití, y use mi pseudorelación de fachada para aparecer y desaparecer a mi antojo, y cuidarme... De sus miedos, de sus inseguridades... Y de mi.
Hubo momentos dónde su lengua seductora me hacía caer en la tentación, pero bien sabia que no era para ella un verdadero objeto de deseo. Era más bien un juego, un esparcimiento, una afirmación de que podía encontrar si quería afuera aquello que temo, por momentos parece no encontrar donde me decía buscarlo.
La amenaza externa empezó a ceder, y el mundo comenzó a ser el que conocíamos. Un buen día, después de unos cuantos amagues, la virtualidad trascendió. Me sobraron cuatro encuentros y unas birras bajo las estrellas para darme cuenta que tenía razón: tenía el potencial de todo lo que estaba bien. Sus caprichos, su histeria, su verborragia, sus verdades a medias, eran nada al lado de su dulzura, su belleza y su sonrisa. Pero sobre todas las cosas: su mente y su luz.
Entendí también, que todo aquello que buscaba podía encontrarlo si empezaba a mirar para el lado correcto. Pero, "lo fácil me aburre" me dijo, y con eso pude comprobar que no estaba preparada para las experiencias que yo sabia que podía darle.
Hacía rato que me había prometido a mi mismo dejar de jugar al difícil.
Asumí entonces, que el retiro era la mejor opción, porque no podes entregar a nadie aquello que no te pide directamente, y porque cada persona tiene su viaje y la forma más alta de cariño es respetar ese viaje por más que sepas que podrías interceder para cambiar la realidad ajena. En definitiva, ¿Quién soy yo para decir que es lo mejor para otra persona?
Un día, le pregunte de dónde provenía su hermoso nombre. Me dijo que era de origen Mapuche, y que significaba "esperanza".
Es justamente eso lo que no pierdo. La esperanza de que su sonrisa deje de ocultar tristeza y sea un fiel reflejo de su alegría. En el lugar que está ahora, sola, o cerca de lo que estoy convencido, es "lo mejor que le puede pasar en la vida".
Mientras mi paciencia cada vez mas finita me pide dejar de esperar, arrojo este escrito para dejar testimonio que intento soltar aquello que por momentos y en el más absoluto silencio, deseé aunque sea por un tiempo, sea parte de mi vida.