lunes, 18 de mayo de 2015

Una apuesta



Había caído ya la noche sobre el pueblo, y el tugurio que el malandraje usaba de taberna, estaba a rebosar de gente.

Quienes solían frecuentarlo estábanse molestos por el hecho de que muchos de los ahí presentes, no fueran ni siquiera lugareños. Pero ahí estaban todos, expectantes, ante lo que prometía ser una noche que quedaría en la historia de aquel pueblito donde nada pasaba, y un resfriado era tema de conversación por semanas.

El séquito de aduladores de Don Zoilo llego primero, haciendo alarde de sus corpulencias, y de los logros recientemente obtenidos de su líder. Ocupo un lugar de privilegio junto a la barra, no sin antes correr a los empujones a aquellos osados que demoraron en mover sus humanidades.

Pareció cronometrado, ya que atrás entro la barra de Don Froilán, a los gritos recordando a todos los presentes quien era el retador de esa noche y futuro dueño del respeto eterno del pueblo.

El ambiente se volvió tengo. Dos mozitos prepararon todo. Un borrachin se paro en la mesa e intento improvisar una locuaz presentación, pero solo logro balbucear y rápidamente perdió la atención de quienes lo miraron divertidos.

Una apuesta estaba en juego. El vencedor, ademas de la gloria, se quedaría con todas las posesiones materiales del perdedor. Habían apostado también a sus esposas, pero fueron sacadas del premio,  era motivo de sospecha de que iban a jugar a menos.

Pasaban las horas, y ni Don Zoilo ni Don Froilan aparecian. Se comenzo a correr el murmullo de que en una emboscada uno habia asesinado al otro, aunque segun quien pronunciará, cambiaba el supuesto difunto. Pasaron las horas y las noticias cambiaban: habían hecho un pacto, a uno le agarro un síncope, la policía los había detenido para evitar una posible trifulca,

Los ánimos se caldearon. A un vaso roto llego una botella partida. Luego un improperio y se desato una batalla campal. Volaron todo tipo de objetos contundentes, esquivando al borrachín que dormía profundamente sobre la mesa que antes intentara usar de tarima.

El sheriff de la zona llego con sus fuerzas y a los pocos minutos en el tugurio no quedo ni el dueño.

Y el kilo de uvas... seguía allí, expectante de saber quien de los dos viejos aburridos era el que mas rápido se las iba a comer, con carozo y todo.

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